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Réplica de los bisontes de la Cueva de Altamira (Cantabria, España). Shutterstock / EQRoy

Pros y contras de reintroducir bisontes en España o guepardos en la India

¿Sería buena idea reintroducir bisontes en España? ¿Y guepardos en la India? ¿Suponen iniciativas como éstas una pérdida de exclusividad genética? ¿O son medidas justificadas para evitar que las especies se extingan?

El pasado mes de mayo se celebró en Valencia el First Global Meeting of Conservation Translocation Practitioners. A lo largo de tres días, un centenar de especialistas mundiales con experiencia en movimientos de fauna discutieron las lecciones aprendidas sobre esta técnica, en conexión tanto con los procesos de recuperación de especies como de restauración de ecosistemas.

Una conclusión del evento fue que el éxito en conservación de especies depende más de factores sociales y políticos que de un riguroso análisis científico. También se comentó mucho que el cumplimiento escrupuloso de los criterios de reintroducción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) hace muy difícil llevar a cabo este tipo de proyectos.

Bisontes con denominación de origen

Un argumento muy usado para paralizar una iniciativa de traslocación o traslado de especies es que los ejemplares a introducir son genéticamente diferentes a los que existen o existieron en la zona. Como ejemplo, puede citarse la oposición a reintroducir bisontes en España, ya que los que habitaron estas tierras hasta el Holoceno (de la especie Bison priscus) son distintos de los que sobrevivieron en Centroeuropa (Bison bonasus).

A este respecto, debe recordarse la hibridación conocida entre bisontes y otros bovinos. Un estudio reciente concluía que los actuales bisontes americanos (Bison bison) llevan genes de bovinos domésticos (Bos taurus), lo cual lleva a algunos autores a juntarlos a todos en el género Bos.

Bisontes americanos (Bison bison). Wikimedia Commons / Arturo de Frias Marques, CC BY-SA

El caso del águila pescadora

Hace poco se ha publicado una carta en Science criticando el proyecto de la Generalitat Valenciana de reintroducir el águila pescadora a partir de ejemplares procedentes del centro y el norte de Europa. En esencia, los autores alertan que mezclar individuos de diferentes subpoblaciones (con ligeras diferencias genéticas) puede conllevar riesgos evolutivos que erosionen adaptaciones locales.

La carta ha recibido réplica de los promotores del proyecto y científicos de prestigio. En resumen, alegan que las diferencias genéticas se deben al aislamiento reciente a causa de la reducción de la especie y subsiguiente endogamia. La polémica puede seguirse con una contrarréplica.

Prohibido cambiar plantas de sitio

Frangula alnus. Wikimedia Commons / Hajotthu, CC BY

En lo que respecta a la flora, el origen genético de las plantas a cambiar de ubicación también obstaculiza proyectos para reforzar especies amenazadas o reintroducir especies localmente extintas. El caso es aún más serio que para la fauna, ya que las trabas por las diferencias genéticas (o más bien de origen geográfico) se han elevado al ámbito administrativo.

Esto queda muy claro en el concepto de región de procedencia, definida como “la zona o el grupo de zonas sujetas a condiciones ecológicas uniformes en las que se encuentran fuentes semilleras o rodales que presentan características fenotípicas o genéticas semejantes”. Si bien estas limitaciones se restringen por ahora al ámbito forestal, es preocupante que el reciente Real Decreto 159/2022, de 1 de marzo, extienda la regulación sobre los orígenes a la flora silvestre amenazada.

Aprovechar la riqueza local

Compartimos la necesidad de evitar repoblaciones caprichosas de animales o plantas de procedencia lejana cuando hay material genético próximo disponible. Así, en el caso de Frangula alnus, este arbolillo fue salvado de la extinción local en la Comunidad Valenciana gracias a la mezcla de genotipos, utilizando plantas valencianas y de Castilla-La Mancha.

En el ejemplo del proyecto comentado de reintroducción del águila pescadora en la Comunidad Valenciana, la iniciativa tuvo una fase experimental. Entre 2019 y 2021, sólo se pudieron utilizar 4 pollos procedentes de Andalucía y 5 de Baleares, dada la escasez de población nidificante en estas comunidades. Y eso a pesar de la buena disposición de sus gobiernos para colaborar con la Generalitat Valenciana.

Tan pocos ejemplares liberados anualmente (de 2 a 4) hacen prácticamente imposible construir una población a medio plazo (10-20 años) si se tiene en cuenta la altísima mortalidad de la especie en su primer año de dispersión.

Poblaciones aisladas y genéticamente empobrecidas

No estamos en contra de mantener la diversidad genética conforme a los principios del Convenio de Río (1992), pero otra cosa es imponer limitaciones adicionales cuando trabajamos con especies seriamente amenazadas e incluso al borde de la extinción.

Las especies en peligro suelen hallarse empobrecidas genéticamente por aislamiento y endogamia, algo que con dificultad puede ser adaptativo y restringe enormemente las posibilidades de contar con un plantel donante generoso. Este solo puede provenir de poblaciones en buen estado de conservación.

En el caso de subespecies prácticamente extinguidas, y si queremos ser prácticos, deberían plantearse proyectos de reintroducción con ejemplares de otras subespecies en mejor estado de conservación.

Subespecies más saludables

Esta es la decisión que ha tomado la India para recuperar al guepardo, tras asumir que va a ser imposible obtener suficientes ejemplares de la última población de la subespecie asiática (Acinonyx jubatus venaticus), recluida en Irán y clasificada en peligro crítico. Las autoridades indias han llegado a un acuerdo con Namibia para traslocar individuos de la subespecie del sur de África (A. jubatus jubatus), mucho más saludable.

Un guepardo sudafricano (Acinonyx jubatus jubatus) en el parque nacional Kruger, Sudáfrica. Wikimedia Commons / Bernard DUPONT, CC BY-SA

En el caso de la única especie de ave extinguida en toda Europa en los últimos 150 años, el torillo andaluz, se fía su recuperación a las últimas poblaciones de Marruecos, seriamente amenazadas, que pertenecen a la misma subespecie (Turnyx sylvaticus sylvaticus). Sin embargo, utilizar ejemplares de otras subespecies subsaharianas abriría posibilidades inmediatas de reintroducción.

Ejemplar de Torillo andaluz, extinguido en Europa. Wikimedia Commons / Francesco Veronesi, CC BY-SA

En el campo de la botánica tenemos el curioso ejemplo de la jara de Cartagena (Cistus heterophyllus subsp. carthaginensis), subespecie endémica española y único vegetal incluido en el selecto grupo de especies en “situación crítica” por el Gobierno de España. Su población no supera la docena de ejemplares silvestres naturales en todo el mundo.

Jara de Cartagena, especie en peligro de extinción en España. Wikimedia Commons / Nanosanchez

Esta planta cuenta con dos únicas poblaciones ibéricas, en Valencia y Murcia, a las que se acaba de sumar recientemente una nueva población localizada en la isla de Cabrera (Baleares). El vegetal tiene su mayor reservorio genérico en África: la subespecie heterophyllus, ampliamente repartida por el norte de Marruecos y Argelia.

Para recuperar las poblaciones españolas, altamente amenazadas, se ha optado por el desarrollo de planes de conservación regionales con acciones locales, empleando los genotipos propios de cada región, sin considerar mezclas. Pero la utilización de genotipos más meridionales podría sin duda ser la vía más realista para garantizar su existencia en el escenario de cambio climático.

Oportunidad de supervivencia

Es preciso mencionar que la distribución actual de las especies amenazadas no responde tanto a sus preferencias ecológicas ni a su adaptación genética a determinados ambientes, sino que son un simple refugio (a menudo deficiente) de una persecución secular por parte del hombre. La incorporación de nuevos genes puede ser la clave para construir poblaciones más resilientes y adaptables al cambio climático y social, con rasgos de comportamiento susceptibles de selección genética.

En conclusión, no creemos que la mezcla de genotipos en especies amenazadas dentro de programas de recuperación deba verse como un fenómeno irreversible y perjudicial que provoca la pérdida de exclusividad genética. Es más bien una oportunidad para mejorar y ayudar a especies que están en situación crítica de supervivencia.

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